¿Economía circular para cerebros unidimensionales?...

    La aplicación de la economía circular tiene un impacto directo en la lucha contra el cambio climático y la prevención de residuos. A modo de ejemplo, cambiando la forma en que producimos y utilizamos el acero, el cemento, el aluminio y el plástico se podrían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de estas industrias hasta en un 40% para 2050.

Revista: Universal circular economy policy goals



ONU Medio Ambiente
El gráfico muestra cómo lograr la transición a la economía circular.


    Asimismo, la aplicación de los principios de circularidad al sector de la construcción podría suponer una reducción de materiales (y de costes) mediante el uso de la producción modular y la impresión 3D, la optimización del uso de la energía y la reutilización o el reciclaje de materiales de alto valor en la fase de deconstrucción. Por su parte, la reducción de la producción y el consumo de plástico puede evitar un tercio de la generación global de residuos plásticos para 2040. Dado el aumento actual y previsto en la generación global de residuos, la transición a una economía circular se vuelve crucial.



    Asimismo, según la Comisión Europea, la aplicación de unas medidas circulares ambiciosas en Europa podría generar alrededor de 700.000 nuevos empleos. Teniendo en cuenta las posibles pérdidas de puestos de trabajo derivadas de la aplicación de las tecnologías de la Industria 4.0, es necesario que la economía circular aproveche el potencial de la Cuarta Revolución Industrial al tiempo que garantiza el bienestar de los trabajadores y su participación en la economía. Para ello, es esencial que los trabajadores tengan acceso a las oportunidades de capacitación necesarias para satisfacer las demandas de empleo de un paradigma económico circular.

Artículo: Changing how we produce and consume


    En la actualidad, China y Europa son los líderes mundiales en la transición hacia la circularidad pues el desarrollo de sus estrategias de circularidad internas y externas influye en el resto del mundo. Por otro lado, a través de los esquemas de cooperación internacional y del diálogo político, los nuevos adoptantes de la economía circular pueden beneficiarse del intercambio de conocimientos y mejores prácticas, de las transferencias de tecnología y del apoyo financiero de los países pioneros. 

    China se adelantó a la tendencia mundial cuando adoptó su Ley de Promoción de la Economía Circular en 2009. Más recientemente, las medidas del país hacia el exterior como la Prohibición de la Importación de Residuos de 2018 han tenido un gran impacto mundial incluyendo el desvío de flujos de residuos a otros países en desarrollo, las alteraciones en los precios del comercio mundial de la chatarra y un cuestionamiento general de las prácticas de reciclaje de los países desarrollados.

    Europa también es considerada pionera en la transición a la economía circular, gracias a la adopción de políticas como el Pacto Verde Europeo, su primer Plan de Acción para la Economía Circular y más de 60 estrategias y hojas de ruta de circularidad a nivel regional, nacional y local. Estos actores clave están sentando las bases de la transición, e invitan al resto del mundo a seguir su ritmo.





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CONSECUENCIAS COLATERALES PERO "MÁS ANTIGUAS QUE UN BOSQUE"

    La de Afganistán es considerada una emergencia de la triple C. La población de este país sufre en sus entrañas el conflicto desde hace cuatro décadas y ahora también las duras consecuencias del cambio climático y de la COVID-19.



Foto: ACNUR



CONFLICTO

    La caída del gobierno afgano y la vuelta al poder de los talibanes este pasado verano ha marcado un nuevo hito en la historia reciente de Afganistán. Este país vive sumido en la disputa por el poder desde hace 40 años y es considerado el menos pacífico del mundo. La guerra afgano-soviética que comenzó en 1978, la declaración del Emirato Islámico de Afganistán en 1996 o la presencia de tropas extranjeras en el país han marcado su historia reciente. La población civil es la principal víctima de cualquier conflicto y tras cuatro décadas de violencia en Afganistán, ya son 3,5 millones de personas las que se encuentran desplazadas internamente en el país1 . Solo desde el pasado 1 de enero se han producido más de 667.000 desplazamientos internos. A esto hay que sumar los 2,6 millones de afganos que han tenido que refugiarse en otros países, el 90 % en Irán y Pakistán.


CAMBIO CLIMÁTICO 

    Afganistán también es considerado como uno de los países más proclives a los desastres naturales. Según el Banco Mundial, esto se debe a su localización geográfica y a la degradación medioambiental. El cambio climático supone una amenaza para los recursos naturales de Afganistán, de los cuales depende la mayoría de la población para sobrevivir. En los últimos 30 años, casi todas sus provincias (34) han sido golpeadas por un desastre natural, afectando directamente a nueve millones de personas y acabando con la vida de 20.000. Las sequías están siendo de los desastres naturales más dañinos. En 2018, más de 200.000 personas tuvieron que marcharse de sus hogares al quedarse sin sustento por una fuerte sequía que echó a perder buena parte de las cosechas del país. Este año, otra fuerte sequía ya ha arruinado el 40 % de los cultivos de trigo y ha provocado un aumento en el precio de los alimentos sin precedentes. 


COVID-19 

    A comienzos de este año, 18 millones de personas en Afganistán (aproximadamente la mitad de su población) ya necesitaban ayuda humanitaria para sobrevivir y solo el 5 % de los hogares podían alimentarse a diario. Teniendo en cuenta estos datos, así como la sequía y la pérdida de cosechas, el riesgo de sufrir inseguridad alimentaria ha aumentado. La COVID-19 también se ha convertido en un factor que acrecienta este riesgo. Nueve millones de personas han perdido sus medios de vida a causa de la pandemia y solo el 4 % de la población afgana ha sido vacunada contra la COVID-19, lo que hace más vulnerables aún ante la propagación del virus a las personas que, como las de esta foto (izquierda), viven en campos de desplazados internos.















Fuente: economiacircular.orgRepensar el progreso



    La humanidad ha basado su economía desde antes del siglo XIX en un sistema muy simple, que esquemáticamente se resume como: extraer materias primas-fabricar objetos-consumirlos-tirarlos, por este orden. Las materias primas se extraen de cualquier manera, sin respeto por el medio ni por su capacidad de regeneración; la fabricación sostenible tampoco ha sido nunca una prioridad, como tampoco lo ha sido un consumo responsable. Y, finalmente, esos bienes y productos, una vez usados, se tiran. Así ha sido como desde la Revolución Industrial el mundo occidental ha ido devastando el planeta, en una espiral productiva que ha minado los recursos y ha dejado el planeta al borde del colapso.

    Frente a este modelo depredador y suicida, la economía circular busca el mantenimiento del beneficio empresarial y la fabricación de bienes y servicios, pero reduciendo al máximo su impacto y estableciendo mecanismos de reaprovechamiento y eficiencia. «Una economía circular es un sistema regenerativo en el que se minimizan el consumo de recursos y los desechos, las emisiones y las fugas de energía, y ello puede lograrse mediante un diseño mejor, más mantenimiento, reparación, reutilización, refabricación, restauración y reciclaje de larga duración». Así lo describe el Informe sobre la Brecha de Circularidad de 2019, presentado por la organización Circle Economy en el pasado Foro Económico Mundial de Davos.

Estrategias encadenadas

    Es decir, la economía circular no consiste únicamente en reciclar, sino en toda una cadena de actitudes y estrategias desde que se obtiene la materia prima en la naturaleza hasta que el objeto fabricado pierde su vida útil. En cada una de esas fases se aplican criterios para dañar menos al entorno cuando se obtienen las materias primas, alargar la vida de los materiales y objetos producidos, diseñarlos de manera más eficiente y respetuosa con el medio, reducir al máximo la generación de residuos y, una vez que éstos se producen, convertirlos a su vez en materia prima que sirva para reiniciar el ciclo de producción. Se reducen así impactos en todas las fases de la cadena, como por ejemplo, la emisión de gases tóxicos.

    El objetivo es que el valor de los productos, los materiales y los recursos (agua, energía,…) se mantenga en la economía durante el mayor tiempo posible, y que se reduzca al mínimo la generación de residuos.







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